La 44ª edición del Dakar estaba marcada por la presencia de la arena y la 8ª etapa es sin duda la perfecta ilustración de ello. Los 830 kilómetros del día han llevado a la caravana hacia el sur del país, concretamente entre Al Dawadimi y Wadi Ad Dawasir.
En el corazón del reino y en la provincia de Riyadh, la segunda especial consecutiva de casi cuatrocientos kilómetros esperaba a los competidores. El menú del día incluía un 24% de dunas, la ración más importante desde el inicio del rally. Solo la anteúltima etapa reservará un porcentaje tan elevado, lo cual invita a pensar que podrán marcarse diferencias la propia víspera de la meta final. La especial ha arrancado en el desierto de Nafud as Surrah con unas dunas suculentas que se les han atragantado a varios, que han tenido que intentarlo en varias ocasiones hasta coronar sus casi 1.000 metros de altitud. Auténticos colosos de arena
ante los que el piloto de Audi Mattias Ekström, que participa en su primer Dakar, ha preferido mostrarse prudente, sobre todo tras constatar que “Mister Dakar” arrancaba el capó precisamente al impactar contra una de ellas. Tras una primera parte de especial exigente los pilotos han cambiado totalmente de decorado al adentrarse en un universo más mineral serpenteado por cañones, el laberinto propicio a los juegos de pista que ha sido hoy una trampa para los encargados de abrir la especial, Cornejo – maestro en la materia- y Barreda. Se daban en definitiva todos los ingredientes simbólicos del Dakar: distancia, dunas y navegación.