El neumático hay que sustituirlo cuando su vida útil termina, o sea, por desgaste o bien por tiempo. La clave de todo esto está en que un neumático se reencaucha cuando se desgasta en muy poco tiempo, pero acumulando un gran número de kilómetros, lo cual descarta a los turismos.
¿Por qué descartamos a los turismos? Una buena razón es que sus neumáticos no se diseñan para que puedan ser reencauchados. Son neumáticos que van a rodar miles de kilómetros en poco tiempo (hablamos de 300.000 o 400.000 kilómetros en dos o tres años) o que sufren grandes esfuerzos como en el caso del aterrizaje. Mediante el reencauchado se les proporciona una segunda vida de unos dos o tres años adicionales, lo que los deja muy lejos de los citados diez años de longevidad media estimada.
¿Qué quiere decir esto? Que no deberíamos encontrarnos con una “oferta” para reencauchado de neumáticos porque es algo para lo que la mayoría no están diseñados. Es lógico desconfiar de un reencauchado para turismo porque, principalmente, no podemos saber si garantizarán nuestra seguridad: por desconocimiento de su historia y origen, por el riesgo de pasar de los 10 años debido a la vida media de un neumático de turismo y por las dificultades de verificación al tener carcasa textil.