Diecisiete años después de su primer Dakar, Simon Pavey repite este año en compañía de su hijo Llewelyn. Los dos australianos, situados en la 73ª y 75ª posición al comienzo de la segunda mitad del rally, no tienen otro objetivo que llegar juntos a Buenos Aires.
"¿Rodar juntos durante la carrera? No, no funciona así", opina Simon Pavey. "Hemos preparado juntos esta cita, pero la carrera ya es otro cantar. No llevamos el mismo ritmo y sería hasta peligroso. Pilotar una moto exige mucha concentración. Tienes que estar en lo que estás y solucionar tus propios problemas. En los tramos de enlace es el único momento en el que rodamos juntos". El piloto australiano, que participa este año por segunda vez en el Dakar, presta especial atención, claro está, a Llewelyn, su vástago de 23 años, a quien ha sabido transmitirle la pasión por las carreras todoterreno y que descubre Sudamérica este año. "Desde el momento en el que lo vi prepararse para el Dakar, me entraron ganas de ir yo también", confiesa Llewelyn."Nos prometimos que un día participaríamos juntos. Estoy muy contento de que hayamos podido cumplirlo".
A mitad de recorrido, padre e hijo ocupan la 75ª y la 73ª posición en la clasificación general. En la etapa entre Antofagasta e Iquique, Llewelyn sufrió una caída y se hizo daño en el pie. ¿Quién le ayudó a levantarse? Por supuesto, su padre. "Llegué y lo vi en un hoyo. Le dolía un poco el tobillo, pero no había nada roto. Ahí sí que aprovechamos la ocasión para pasar algunas dunas y terminar la etapa juntos. Llewelyn pilota bien y es un chico sensato. No me preocupa en absoluto. Nunca conduce al límite". Una actitud indispensable para quien pretende terminar las dos semanas del Dakar. "Es una prueba difícil, pero me voy viendo mejor conforme pasan los días", afirma Llewelyn quien, como su padre, reside en Gales. "La carrera es nueva todos los días, no se repite". No queda más que apretar los dientes de aquí a Buenos Aires.
Fuente: Dakar